Un caso de mutismo absoluto y delirio.

Transcripción de la clase del Lic. Sacatrauma en la Universidad de Madrid, con motivo del encuentro de «Psicopatologías de la Biodiversidad».

El texto fue mecanografiado por la Secretaria Srta. Irene Oirracó, a quien agradezco su dedicación.

«Narraré el caso de Oscar Palilópedes, joven de 21 años a quien sus padres me derivan. La consulta se realizó en su domicilio: el joven hacía 2 años que no salía de su habitación ni se movía.»

Los diagnósticos previos iban desde una psicosis , una ezquizofrenia sin base orgánica, y una angina mal curada. Los informes de los médicos actuantes eran permanentes, y habían recomendado que hiciera psicoterapia conmigo. Al conocerlo me incliné por un Trastorno delirante, a juzgar por la piel del sujeto. (El diagnóstico epidermico – psicológico no está reconocido por numerosos profesionales, pero es defendido por varios, entre ellos por el Lic. Swsartz Fachnegger, de Bologna.)

Al principio me asombró la postura del joven: de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho, y las manos extendidas a la altura de los hombros, con el dorso para abajo. Llamé a esta posición «Keops», porque es la posición de ese faraón egipcio en su monumento funerario. Años después denominé a esta singular posición «Keopsiforme«, anoticiando a varios colegas que se repetía en casos de psicosis como la de Oscar.

Al verlo en esa posición, recurrí al artilugio de gritarle «parecés una momia», a fin de desarticular las defensas del paciente. Me dio buen resultado, porque me contestó (recordemos que el paciente hacía dos años que no profería palabras) :

Si, soy la Momia de Titanes en el Ring.

«Titanes» era un antiguo programa de lucha libre, que seguramente había influenciado la niñez del paciente. Recordé que el campeón de esos combates fálicos era un tal «Martín Karadagián», y utilicé ese conocimiento para avanzar en la terapia de abordaje en el joven.

– Ah, vos sos la momia? – le grité soberbiamente – Yo soy Martín Karadagián.

Me observó detenidamente. Puedo asegurarles, queridos discípulos, que en ese momento cruzaron por mi cabeza numerosas imágenes, todas de ellas, afortunadamente, sabias.

Luego de un minuto que pareció durar siglos, me preguntó:

¿Y qué me vas a hacer? Rápidamente, y repitiendo las técnicas que luego plasmé en mi libro de bolsillo «Respuestas veloces en psicoterapias de alta velocidad», le respondí y pasé a la acción:

– Te voy a cagar a trompadas porque soy el campeón.

Sin que el paciente tuviera tiempo de reaccionar, le coloqué una trompada con el puño cerrado, con mediana fuerza, en la barbilla. Un cross a la mandíbula que dio como resultado que el paciente cayera desmayado sobre un sofá que había por allí. Permaneció sin reacción unos 10 minutos. Revisado por el neurólogo Dr. Milcíades Alegor, que estaba presenciando la terapia, confirmó que el paciente estaba reaccionando luego de un knockout, y que pronto volvería a hablar.

Al recuperar la palabra hizo un relato fantasioso, que sirvió para que luego concurriera diez años a mi consultorio en la calle Pasteur de Buenos Aires, donde finalmente se recuperó.

En ese momento, señalé a los padres:

Sres, son 40.000 dólares. Su hijo quedó knockout, fuera de combate y perdió la pelea, pero está curado de su delirio de creer que es «La Momia»

La familia me agradeció, me pagó honorarios correctamente, y hasta pretendió presentarme a una prima de la familia que estaba recién separada.

Una vez más, queda demostrado que el analista, para estos casos, debe apelar a la totalidad de su bagaje cultural y boxístico, para resolver rápidamente situaciones de crisis.

(El texto completo de la serie de conferencias que el Lic. Sacatrauma brindó en Madrid en 2002 se encuentran compiladas en «De Sacatrauma at Spanien», editorial Wiessen, Viena)